La muerte desde una perspectiva de infancias.

Hablar de la muerte resulta siempre complejo, no es tarea fácil para ningún profesional; los adultos en muchas ocasiones atraviesan procesos psicológicos difíciles al momento de comprender y sobreponerse ante la muerte de algún ser querido. El “duelo patológico” es el término utilizado para ello, específicamente se conoce así a las reacciones emocionales como la tristeza, depresión, melancolía y culpa que se prolonga por mucho tiempo y que impide volver a disfrutar de la vida. Los recuerdos recurrentes sobre el ser que murió, y la certeza de no poder continuar sin él, invaden a miles de personas en el proceso de decir adiós a familiares y amigos.
Si en la mente de un adulto, resulta tan difícil integrar una perdida, comprender la dimensión de la trascendencia o del final de un vínculo físico, valdría la pena detenerse un momento para cuestionarse ¿cómo vive un infante la muerte de un ser amado?

La muerte es el destino ineludible de todo ser viviente, día a día la vida nos conduce a ello. Un maestro, amigo, hermano, padre o madre puede partir en cualquier momento dejando al infante con una inmensa confusión, dudas y emociones que tendrá que desenredar. La muerte es, para el adulto, un concepto abstracto, que no tienen nombre ni apellido, un fenómeno de la experiencia natural de la vida, mientras que, para el niño, esto puede interpretarse como el acto concreto de ya no ver, sentir, escuchar o convivir con el ser amado, llamémoslo entonces un abandono ¿por qué alguien que estaba conmigo ahora no está?, ¿a dónde se ha ido?, ¿me he portado mal y por eso se fue?, ¿a dónde fue no lleva sus cosas?, ¿no puede volver a hablarme?, ¿me olvidó?, ¿tiene hambre, frío, sueño?, ¿recuerda lo que vivimos juntos?

Preguntas como las anteriores son solo el inicio de la explicación que el niño busca encontrar a esa ausencia física, conceptos como Dios, la religión, la reencarnación, el alma o el espíritu, no pueden ser comprendido aún por el infante, por lo que cualquier explicación relacionada a eso puede resultar contraproducente, sobre todo cuando los niños son menores de 6 años. La preocupación por la propia vida no tarda en aparecer, ¿quién me alimentará ahora?, ¿quién me llevará a la escuela?, ¿quién me cuidará?, ¿quién me dará juguetes? Son todas preguntas que muestran la sensación de indefensión y vulnerabilidad que atraviesa el infante, en algunos casos, el temor a “ver el espíritu o alma del fallecido” aparecerá de inmediato ¿me va a jalar los pies?, ¿ahora me persigue a todos lados?, ¿está siempre conmigo porque me vigila?, y no olvidemos el temor hacia la propia muerte ¿yo también voy a morir?, ¿me va a pasar lo mismo?, no quiero ir al hospital porque ahí murió mi abuelo, todas ideas y dudas razonables de acuerdo con el funcionamiento de la mente infantil.

No con ello se pretende insinuar que el niño no puede procesar las perdidas, si no por el contrario se busca señalar que al existir diferencias tan claras en la forma de percibir la muerte es muy importante para una sana infancia brindar a información adecuada para que los infantes puedan atravesar estas experiencias con éxito y sin dificultades psicológicas.

A continuación, se mencionan 5 recomendaciones básicas para abordar la muerte con los niños:

  • Escucha sus dudas, estas son un excelente indicador para comprender como percibe la muerte el infante.
  • Brinda información concreta sobre lo sucedido, no proporciones explicaciones mágicas o abstractas sobre la muerte.
  • No mientas, se honesto u honesta sobre las circunstancias que rodean a la muerte.
  • Proporciónale información sobre quien lo cuidará o lo ayudará.
  • Valida sus emociones, no trates de cambiar su estado de ánimo.

Si tu o algún familiar atraviesan un proceso de duelo complicado y requieren ayuda comunícate con nosotros, podemos ayudarte.

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